(Cuenta su biógrafo, que orgulloso de su potencia sexual y de su gran prestigio, permitió que las jóvenes indígenas de la región se acostaran en su lecho para ser preñadas; éstas eran llevadas a la casa del vigoroso Quintín por sus padres con el objetivo de perpetuar su descendencia, ya que era considerado dentro de la comunidad indígena un ser divino, un enviado de los dioses. Ésta fue la época gozosa y apacible de su vida. Se dedicó a terminar de escribir el libro El pensamiento del indio que se educó en las selvas colombianas, publicado más tarde con el título En defensa de mi raza. Pero esta “vida regalona” no duraría mucho. La cercanía de las nuevas elecciones y la oleada de violencia que trajo consigo, cambiaron de nuevo su rumbo.)
"Yo siempre miré como cosa santa y heroica, el no acatar la injusticia y la iniquidad, aun cuando llevase la firma del más temible juez colombiano. La historia marcará mi nombre delante de los voluminosos cargos que aparecen en los juzgados, las alcaldías y las gobernaciones de los departamentos del Cauca, del Huila, de Caldas y del Tolima..."
"Pero el blanco es enemigo acérrimo del indígena que no golpea a la puerta del engaño; que no quiere las promesas que le venden barato; que huye del empleado público, quien se une con el latifundista, y con el abogado, para hacerle perder la finca y el semoviente."
"Los hombres no indígenas del departamento del Cauca, unidos, pidieron se me condenara al panóptico de Tunja."
"Y yo conservo una carta del doctor Marco Fidel Suárez, fechada el 11 de agosto de 1912, cuando él era Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, y que dice: "Señor Quintín Lame, Cárcel de Popayán. Está usted en el camino de hacerse muy grande, como se hicieron otros indígenas en otras tierras. Conserve esa fe personal en todos sus actos, etc., etc."
"Y hoy es el día en que suelto la paloma torcaz, para que vuele llevando el olivo de mi pensamiento convertido en idea y sea conocido por todos los hombres que me han odiado y me odian deseándome la muerte."
"Yo no puedo enorgullecerme de que hice estudios en escuela o en un colegio. Pues cuando le pedí la educación a mi padre señor don Mariano Lame, y que me mandase a la escuela, me consiguió una pala, una hacha, un machete, una hoz y un güinche, y me mandó con mis siete hermanos a socolar y derribar montañas."
"Porque la Naturaleza me ha educado, como educó las aves del bosque solitario, que allí entonan sus melodiosos cantos y se preparan sabiamente para construir sus casuchitas, sin maestro. Y me cantaban las aves. Y la misma naturaleza me acariciaba y me regaba con flores, hojas y gotas de rocío, cuando recibía el beso maternal de mi madre, que en paz descanse."
"Yo he sido encarcelado en el Tolima ciento ocho veces por los hombres no indígenas, y en ninguna de esas ciento ocho prisiones necesité de abogado o defensor ante los cuatro mil y tantos mentirosos, cohechadores y perjuros de raza blanca y mestiza, unidos con los investigadores, con los jueces y alcaldes, con sus Concejos y secretarios".
"De los nombres que se consagraron para defender con su autoridad la casa de Dios, pocos o ninguno son los que cumplen el mando del que fue sacrificado en la Cruz. Porque varios sacerdotes odian al indígena y acatan al blanco, sin tener en cuenta que el sacerdote es un redil que encierra las ovejas por medio del cariño y de la bondad que enseñó Dios a los apóstoles cuando junto con ellos subió al Monte".
"La jurisprudencia que yo aprendí fue enseñada allá en los campos de lucha, donde me acompañaba ésa imagen que iba alzando el vuelo de imagen en imagen, y que yo miraba hoy mas bella que ayer y que pensaba sería más bella mañana que lo es hoy".
"Pues yo soy indígena, legítimamente indígena, y por esto me siento orgulloso, porque por mis venas no corre todavía sangre española, gracias a mi Dios".
"Así es que la política es como las aves de rapiña cuando tienen banquete. Porque, el que menos, truena con la palabra, con la pluma, etc., ofreciendo al ignorante campesino indígena lo que no tiene; inventando, como el enamorado engaña con dulces palabras a su enamorada, hasta el momento en que queda y satisfecho y la mujer ya no es señorita, ya no es dama, ya todo el mundo la desprecia. Así son los días de la política para el pobre campesino indígena, que baja a las urnas para que más tarde los Representantes no se acuerden de las promesas hechas a él".
"Los unos dicen que, como conservadores, hay que ir a defender la Iglesia y la Religión. Mentiras: la Iglesia está defendida por Dios. Si la Iglesia cae en manos de sus enemigos, es por la poca fe y el desorden de sus hijos."
"¿Por qué no se encuentra hoy en Colombia una estatua de un Atahualpa o de un Bochica? Por qué Colombia ha sido y es la mansión del odio y de la envidia contra el indígena."
"El indio es aborrecido del blanco, es odiado de muerte. El indio no puede ir en compañía del blanco a un café, a un hotel o a una mesa de convite, por arreglado que tenga el vestido. El blanco se rebaja ante los suyos: es mirado de los suyos con soberbia, mucho más cuando el indígena ha penetrado en el jardín de la ciencia y el blanco queda por fuera, sin poderlo penetrar".
"Todos hablan de sus claustros de educación. Por esta razón yo también debo hablar de los claustros donde me educó la naturaleza.
Ese Colegio de mi Educación es el siguiente:
El primer libro fue el ver cruzar los cuatro vientos de la tierra.
El segundo libro fue el contemplar la mansión del cielo.
El tercero fue el ver nacer la estrella Solar en el Oriente y verla morir en el Ocaso, y que así moría el hombre nacido de mujer.
El cuarto fue contemplar la sonrisa de todos los jardines, sembrados y cultivados por esa Señorita Naturaleza, que viste un traje azul y que se corona ella misma de flores y se perfuma en su tocador interminable.
El quinto libro fue el coro interminable de cantos.
El sexto libro ese bello libro de la zoología montés.
El séptimo libro fue el oír atentamente esa charla que forman los arroyos de agua en el bosque.
El octavo libro fue el idilio.
El noveno fue el verdadero Libro de los Amores.
El décimo libro fue el libro del reglamento armónico que tiene la naturaleza en el palacio de sus tres reinos.
El undécimo libro fue el de la agricultura y de quienes son dueños de sementeras y labranzas.
El duodécimo libro fue el libro de la ganadería montés."
Finales de 1967. En un pequeño rancho destartalado, a las afueras de Ortega, se aquietó para siempre la lucha, la inquietud, la robusta figura del Indio luchador. No sonaron los tres dobles de campana, ni se abrió el cementerio, porque no se reunieron los 5 y los 15 pesos reclamados por la Parroquia. ¿Qué hacer? Pronunciar por los labios de los pocos y ya viejos amigos que quedaban ese caritativo "dale, Señor, el descanso eterno... Y que brille para él la luz perpetua..." Luego sobre huesudos hombros, llevarlo a una lomita marginal del río Ortega, abrir clandestinamente el hueco-sepultura, y colocar allí tanta vida, tanta rebeldía, tanta fantasía, tanta América.
DIBUJO DE HERNAN MERINO